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A nuestro regreso de Guinea Ecuatorial (Toma 01)

«Manoliño Nguema» ha tenido una gestación de 4 años y tendrá un parto de un año, estamos en proceso de parir, y sin epidural. Siguiendo con la metáfora sanitaria, cómo la seguridad social sólo nos costeaba una parte,  hemos decidido financiarlo nosotros con mucha, mucha, mucha, ayuda.

Manoliño llegó por fases a nuestra vida, bueno mejor dicho Marcelo Ndong, alias Manoliño. La primera vez que nos sentamos a hablar  en serio, (acompañados de unas Estrella Galicia y unos buenos cacahuetes autóctonos)  de la necesidad que todos teníamos por hacer este documental fue en octubre de 2014 en Malabo, Guinea Ecuatorial. Todos conocíamos a Marcelo,  todos nos habíamos enamorado no sólo de su persona, también lo hicimos de todo lo que representaba.

Desde aquella primera reunión informal, en la que discutimos textualmente durante horas sobre cual sería la espina dorsal del documental, hasta este momento en que acabamos de rodar la parte Ecuatoguineana de la historia, han pasado casi tres años.

Tres años divididos en muchas fases.

La primera, fueron esos meses inmediatos a nuestro regreso de aquel viaje de 2014 . Nos parecía que teníamos «oro». El personaje, el contexto, la historia estaban vivos.  Estábamos convencidos de que el mundo desearía e iba a necesitar escuchar este increíble relato de aventuras, amor, principios y responsabilidad.  ¿Pero  cómo presentarlo para buscar financiación, cómo llevarlo a la pantalla? No era tan sencillo.

Posteriormente Rocío y Antonio regresaron a Guinea y aprovecharon la oportunidad para  tener varias entrevistas con Marcelo,  recopilando así   información para poder armar una base de guión con la que trabajar. Durante los posteriores meses fuimos descubriendo que la información que teníamos sobre el mundo de Marcelo, sobre la cultura Ecuatoguineana,  apenas eran un par de granos de arena de una montaña enorme que  es la vida de Marcelo.

Entre todas estas entrevistas previas grabamos un teaser  y nos dimos cuenta  de lo incómodo que se encontraba nuestro protagonista delante de la cámara, cosa que nos asustó un poco, nos íbamos a pasar un mes y pico pegados a él Malabo arriba, Malabo abajo. Y lo qué es más preocupante . ¿Un actor qué no le gusta hablar de si mismo?,  hasta para esto es raro Manoliño.

Así qué, Rocío y Antonio en Malabo, Roi y yo por Galicia, nos pasamos meses intentando montar un dossier para poder presentarlo al mundo y así encontrar aliados. Editamos un primer teaser de presentación, un segundo, un tercero….así hasta llegar al que ya conocéis. Y bueno, claro, todo esto mientras cada uno se buscaba las castañas para poder sobrevivir y hacer frente a cosas tan banales y mediocres cómo tener un techo donde caernos muertos,  pagar la factura de la luz, el agua, tener para medio penique de gachas y , vamos, todas esas cosillas que el común de los mortales estamos obligados a hacer para sobrevivir hoy en día.

Llegados este punto haremos un pequeño impás de nuestro viaje con Manoliño para reivindicar la voluntad, el esfuerzo y el sacrificio que significa sacar una película adelante. La mayor parte de estos proyectos se realizan con una financiación muy justa, muy justa…diría más bien injusta.  Dónde probablemente, en muchísimos casos,  el trabajo hecho no es equiparable con el sueldo cobrado.

Nosotros, cómo mucha otra gente,   realizamos este proyecto invirtiendo nuestro tiempo, nuestro trabajo y nuestro dinero. No solo durante el rodaje,  llevamos haciéndolo desde el principio, desde aquel día de 2014 en el patio Makeda,  al lado del Abha, «casa de la palabra » .  Hay mucho trabajo que no se ve, muchas reuniones que conseguir, asistir y pelear. Para que en la mayoría de las ocasiones te manden a freir espárragos de una manera muy fina.   Hay que ser persistente, recomponer tu autoestima y seguir adelante. Es un trabajo de autocrítica constante mientras juzgan tu idea. Una idea que poco a poco va creciendo y transformándose. A veces hay que dar un paso atrás. Replantearse las cosas, reconocer que te has equivocado, reconstruir  y seguir.

Es agotador, por eso, para nosotros,  la gente que saca adelante sus proyectos,  sea cual sea el resultado,  son inmensamente afortunados. Porque la mayoría no llegan a grabarse, no llegan a plancharse en un DVD, no llegan a las pantallas de los festivales. Se quedan perdidos en un cajón.

Volviendo a «Manoliño Nguema».  Por desafortunadas circunstancias del destino,  en el 2015 el desarrollo del proyecto no fue tan rápido cómo desearíamos, pero fuimos construyendo el guión y aportando ideas estéticas y narrativas. Ese año unimos al equipo a nuestro director de fotografía, un Madrileño «vikingo» que puede con todo lo que le echen,  y a nuestro crack de la edición que vive dentro de un armario, se  resguarda del frío con la placa base de su ordenador y se alimenta de brutos de vídeo. Les enviamos toda la información y les gustó tanto el proyecto cómo a nosotros. Desde el principio se involucraron en todo ayudando allí a donde podían llegar. Y la verdad, llegan muy lejos, es de agredecer.

A día de hoy, lo cierto, es que podemos decir  que a este documental se ha unido mucha gente,   que con toda su generosidad ha aportado ideas e ilusión pero sobre todo energía. Una energía  que nos ha ayudado a seguir luchando en esos momentos de debilidad en los que lo ves todo nego. Hablaremos de todos ellos en los días sucesivos. Porque las buenas historias necesitan su tiempo para escribirse.